lunes, 19 de noviembre de 2012


Mi experiencia en Cáritas Diocesana


Al ir adentrándome cada vez un poco más en el día a día dentro del trabajo que en Cáritas Diocesana de Zaragoza se realiza con las personas que están sin hogar, puedo comprender en gran medida las actuaciones que se pueden o no ejecutar, las posibilidades, los recursos, las habilidades a desarrollar,… En definitiva, puedo ser consciente de la más cruel de las realidades; la realidad de la calle; esa que cala tan hondo y tan dolorosamente que es complicado reconducir. Complicado, sí que es cierto; pero no imposible. De hecho, he podido ver a muchas personas emocionadas al comparar su situación hace un tiempo y contemplarse actualmente; con una habitación, unos ingresos, una ocupación, una atención físico-mental adecuada y unas relaciones sociales más o menos estables y convenientes. Es ese el cambio, siempre basado en la confianza y el trabajo en equipo, que se recorre con los usuarios que aceptan una serie de compromisos y deciden comenzar a caminar rodeados de técnicos y recursos sociales que mejorarán, en un plazo variable dependiendo de cada caso, sus circunstancias notablemente.
Me ha parecido complicadísimo, y de hecho aún sigue pareciéndomelo, el no poder dar la atención que me gustaría a alguien que así la demanda. El tener que decirle a alguien que no puedes buscarle un lugar en el que dormir una noche de frío, o el ver cómo se marcha una pareja, con la mujer enferma, sabiendo que esa noche la pasará en un banco cerca de la estación…
Pero al mismo tiempo, veo cosas tan gratificantes, tan maravillosas; aprendo tanto de esas personas sin que ellos ni siquiera puedan llegar a imaginarlo… Aprendo de ese chico de mi misma edad que duerme debajo del Puente de Piedra y aún así no pierde la sonrisa; aprendo de aquel otro que me escribe versos colmados de ideales; de esa mujer mayor que simplemente se conforma con que la escuche; o de la que se le empañan los ojos cuando me da un abrazo,…
Aprendo y, simplemente, todos ellos, todo ello, me hace crecer e ir comprendiendo que, aunque sea complejo y laborioso, nada es imposible; y que aunque a veces el ambiente de la calle sea hostil y desolador, muchas otras me hace emocionarme y creer cada día con más certeza que juntos podemos conseguirlo todo.
Nuria Narro

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