Mi
experiencia en Cáritas Diocesana
Al ir adentrándome cada vez un poco más en el día a
día dentro del trabajo que en Cáritas Diocesana de Zaragoza se realiza con las
personas que están sin hogar, puedo comprender en gran medida las actuaciones
que se pueden o no ejecutar, las posibilidades, los recursos, las habilidades a
desarrollar,… En definitiva, puedo ser consciente de la más cruel de las
realidades; la realidad de la calle; esa que cala tan hondo y tan dolorosamente
que es complicado reconducir. Complicado, sí que es cierto; pero no imposible.
De hecho, he podido ver a muchas personas emocionadas al comparar su situación hace
un tiempo y contemplarse actualmente; con una habitación, unos ingresos, una
ocupación, una atención físico-mental adecuada y unas relaciones sociales más o
menos estables y convenientes. Es ese el cambio, siempre basado en la confianza
y el trabajo en equipo, que se recorre con los usuarios que aceptan una serie
de compromisos y deciden comenzar a caminar rodeados de técnicos y recursos
sociales que mejorarán, en un plazo variable dependiendo de cada caso, sus
circunstancias notablemente.
Me ha parecido complicadísimo, y de hecho aún sigue
pareciéndomelo, el no poder dar la atención que me gustaría a alguien que así
la demanda. El tener que decirle a alguien que no puedes buscarle un lugar en
el que dormir una noche de frío, o el ver cómo se marcha una pareja, con la
mujer enferma, sabiendo que esa noche la pasará en un banco cerca de la
estación…
Pero al mismo tiempo, veo cosas tan gratificantes,
tan maravillosas; aprendo tanto de esas personas sin que ellos ni siquiera
puedan llegar a imaginarlo… Aprendo de ese chico de mi misma edad que duerme
debajo del Puente de Piedra y aún así no pierde la sonrisa; aprendo de aquel
otro que me escribe versos colmados de ideales; de esa mujer mayor que
simplemente se conforma con que la escuche; o de la que se le empañan los ojos
cuando me da un abrazo,…
Aprendo y, simplemente, todos ellos, todo ello, me
hace crecer e ir comprendiendo que, aunque sea complejo y laborioso, nada es
imposible; y que aunque a veces el ambiente de la calle sea hostil y desolador,
muchas otras me hace emocionarme y creer cada día con más certeza que juntos
podemos conseguirlo todo.
Nuria Narro
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